Juan Barroso Alfaro nació en Alcalá del Valle (Cádiz) el 4 de marzo de 1897. En 1920 se casó con Dolores Soriano Bonilla, a quien apodaban Rubita Pintaera, y de su matrimonio nacieron cuatro hijos: José, Josefa, Dolores e Isabela. Juan era campesino, estaba afiliado a la UGT desde 1935 y su compañera no era ajena a los conflictos sociales y políticos que se vivieron en el pueblo durante la República. Era costurera y la familia recuerda que bordó una bandera republicana y que en una ocasión se negó a confeccionar un uniforme para un guardia civil que luego se distinguió en la represión fascista.
Juan Barroso Alfaro |
Juan estaba trabajando unas tierras que tenía arrendadas cuando en julio de 1936 se supo que el ejército se había sublevado contra el Gobierno de la República. Acudió al pueblo avisado por su hijo José y se unió a los militantes de izquierda que comenzaban a organizar la resistencia. El comandante de puesto de la Guardia Civil, de acuerdo con el alcalde socialista, había decidido no sublevarse, pero en el pueblo se vivió una jornada tensa cuando el 25 ó 26 de julio entró en el pueblo una columna de milicianos y carabineros rojos, procedente de Ronda, que desarmó a los guardias y a los derechistas del pueblo. Ese día Juan formó parte de los grupos de izquierdistas que registraron los domicilios de la gente de derecha y que, además de las armas, también se llevaron las imágenes y estampas religiosas que encontraron en algunas de ellas y que luego fueron quemadas en medio de la calle.
Parece que fue ese mismo día cuando se creó el Comité de Defensa de Alcalá, formado por representantes de UGT, CNT e Izquierda Republicana, que gestionó el orden público y los servicios de vigilancia y patrulla del término hasta que la zona fue ocupada por las fuerzas rebeldes a finales de septiembre. Juan hizo aquellos servicios de armas –en los que iban turnando casi todos los jornaleros del pueblo– cada tres días, siempre armado con una escopeta de caza, y también intervino en los registros que se practicaron en los domicilios del zapatero José Guerrero García –donde se incautaron de una escopeta– y del industrial Alonso Rivera Ponce –que se negó a entregar su revólver las tres veces que fueron a pedírselo–. La entrada en Alcalá de una columna de Falange los días 25 y 26 de agosto hizo que muchas familias de izquierda creyesen más seguro refugiarse en los cortijos de la zona y abandonasen el núcleo urbano. Juan estaba en Cuatro Mojones con Dolores y los niños cuando los rebeldes ocuparon el entorno de Alcalá a finales de septiembre.
Centenares de hombres y mujeres de toda la comarca habían empezado a huir hacia la serranía malagueña desde que los rebeldes ocuparon Ronda el día 16 de septiembre. Lo hicieron atemorizados por la represión que los fascistas habían desencadenado a mediados de agosto en todos los pueblos y ciudades que estaban bajo su control. Juan fue uno de los que se marcharon. Según sus propias palabras, se fue “por miedo, puesto que la gente aseguraban que venían los moros cortando cabezas”. También marcharon hacia Málaga dos hermanos de Dolores, Manuel y José Soriano Bonilla, pero ella, que estaba embarazada de seis meses, se quedó con los chiquillos, cuyas edades oscilaban entre doce y un año. Permaneció varios días refugiada en el cortijo El Granadal, pero tuvo que regresar al pueblo cuando la hija pequeña, Isabela, se le puso enferma.
La Guardia Civil la detuvo en cuanto la vio llegar, en la calle Cantarrana. Los fascistas no pudieron capturar a los dirigentes de las organizaciones de izquierda ni a los milicianos que escaparon del pueblo temiendo lo peor, pero se cebaron con sus familias. A Juan y los hermanos de Dolores los habrían fusilado si los hubiesen capturado en ese momento. Ellos no estaban, pero pudieron coger a la mujer. Entregaron la niña a una vecina y llevaron a la madre a cárcel municipal. Allí la tuvieron tres días y luego la pasaron al cuartel del Guardia Civil, desde donde una noche de finales de septiembre la sacaron para asesinarla. En la misma saca iban Isabel González Linares –la mujer de Morente–, Rosa Junquera González –la compañera de Curro el Gitano– Juan Romero Guerra (a) Pajote, Antonio Ayala Jiménez y el adolescente de dieciséis años Francisco Pulido García; y es posible que también fuesen con ellos Antonio Aguilera Guerrero (a) Mochuelo y a Francisco Soriano Vargas (a) Pichones. Los condujeron en dirección al cercano pueblo de Torre Alháquime y los fusilaron en el paraje conocido como El Pareoro o Pared de Oro, cerca del Cortijo del Rico Cacho. Allí cayeron todos excepto Juan Romero, que logró escapar herido en dirección a Torre Alháquime, pero lo cazaron a la mañana siguiente y lo remataron en Huerto Pernía. Los cadáveres del primer grupo quedaron varios días expuestos en el lugar del crimen, a la vista de los transeúntes, hasta que un vecino de Setenil de las Bodegas fue obligado a enterrarlos allí mismo.
Mientras tanto, Juan había logrado alcanzar El Burgo, una localidad de la serranía malagueña que recibió a numerosos refugiados procedentes de los pueblos de Cádiz. Se agregó como ayudante de cocina a un destacamento de Artillería, pero lo echaron a los tres días por ser civil y entonces se fue a Málaga. Tenía la intención de acudir al sindicato socialista para pedir trabajo, pero tuvo miedo de los bombardeos rebeldes sobre la ciudad y optó por marcharse a Almería. Hizo el viaje con una columna de camiones de milicianos que llegó el 9 de octubre al Campamento Viator y se quedó en éste, trabajando en servicios de limpieza y de cocina, hasta poco después de la conquista de Málaga en febrero de 1937. En esa fecha, cuando comenzó la evacuación de las fuerzas que estaban concentradas en Viator, consiguió un pasaporte para viajar a Valencia. Llegó el 26 de febrero, se presentó en el Cuartel de Transeúntes y lo destinaron a una brigada de fortificaciones.
El 8 de abril ingresó voluntario en el cuerpo de Carabineros y lo destinaron a la Compañía de Ametralladoras del 4º Batallón de la 211 Brigada Mixta, en la que permaneció hasta el final de la guerra prestando servicios como infante, carpintero y cocinero. En 1937 estuvo destinado un mes en Almanzora (Almería) y Burriana (Castellón) y otro en Tarragona mientras se reorganizaba el batallón. Participó en los combates de la primera ofensiva rebelde sobre Cataluña y estuvo en varios sectores del frente de Levante. Cuando los rebeldes ocuparon Castellón en junio de 1938, su unidad se retiró de Mora de Rubielos (Teruel) hacia Vall de Almonacid y continuaba en la provincia de Castellón cuando terminó la guerra en 1939. Uno de los últimos servicios que el mando del batallón encomendó a Juan fue viajar el 4 de marzo a Segorbe para adquirir maderas para la construcción de cajas para el transporte de las cintas de ametralladora. Estaba de permiso en Valencia cuando a finales de ese mes la ciudad fue ocupada por el ejército rebelde y se presentó en la Comandancia de Carabineros.
No hay constancia de que lo internasen en algún campo de concentración y en caso de estarlo debió de ser durante pocos días, pues el 22 ya se encontraba en la cárcel municipal de Alcalá del Valle. Tampoco sabemos si tuvo conocimiento del asesinato de su compañera, Dolores Soriano, antes de regresar al pueblo o si lo supo cuando llegó. Como los demás combatientes que regresaron de la zona republicana, quedó detenido a disposición de la Auditoría de Guerra. Durante los días 13 y 14 de mayo, el guardia civil Alejo Medina Guerra, que era comandante accidental del puesto de Alcalá, instruyó un expediente informativo sobre sus antecedentes políticos y su conducta durante los dos meses que Alcalá resistió a los golpistas: incluía informes emitidos por el Ayuntamiento y de la Falange más declaraciones de los vecinos Juan Gavilán Núñez, Alonso Rivera Ponce y Enrique Guzmán Zamudio. El informe se cerraba con el resumen del guardia Medina, que concluía que el detenido “perteneció al partido socialista pero no fue elemento dirigente, destacado ni peligroso y sí intervino en la recogida de armas en los domicilios de personas de orden de esta localidad y demarcación”. El expediente fue enviado al Gobierno Militar de Cádiz junto con la ficha clasificatoria que recogía algunos datos personales y antecedentes sociopolíticos de Juan.
El 20 de junio los Servicios de Justicia de Cádiz decidieron que se le instruyese un procedimiento sumarísimo “para determinar su responsabilidad delictiva en relación con el Movimiento Nacional” y se designó instructor del mismo al alférez de infantería Avelino Núñez Alonso. El procedimiento se instruyó en sólo seis días, entre el 24 y 29 de junio, y quedó listo para que el reo fuese juzgado cuando el Consejo de Guerra Permanente de Cádiz se desplazase a Olvera en julio para la vista de varias causas. Juan estaba ya en la cárcel de Olvera cuando el 14 de julio se le requirió para designar defensor y se le comunicó que la vista se celebraría 9:30 horas del día siguiente. Sabemos que ese mismo día también fueron juzgados José Romero Gavilán y Bartolomé Racero Romero, ambos de Alcalá, y cinco vecinos de Torre Alháquime. El fiscal solicitó una condena de 12 años y 1 día de reclusión por Auxilio a la Rebelión, pero el Consejo de Guerra, presidido por el comandante de Infantería Antonio García Barreiro, lo sentenció a 6 meses y 1 día de prisión correccional.
Sin embargo la sentencia no fue aprobada por el auditor, Francisco Bohórquez Vecina. El Consejo de Guerra había aplicado como derecho supletorio de la jurisdicción militar el artículo 67 del Código Penal común, que consideraba como circunstancia atenuante la escasa peligrosidad del reo. Según el criterio del Auditor, ese artículo no era aplicable, la no peligrosidad debía de acreditarse mediante un certificado de antecedentes penales y, además, la ley estipulaba para el delito de Auxilio a la Rebelión Militar –así es como se tipificó el hecho de haber prestado servicios de armas a las órdenes del comité alcalareño durante el verano de 1936– una pena mayor que la impuesta. El sumario volvió de nuevo a manos del instructor y se incorporó el certificado del Registro Central de Penados y Rebeldes en el que constaba que Juan carecía de antecedentes. Mientras se cumplía aquel trámite burocrático Juan fue trasladado, el 2 de diciembre de 1939, a la Prisión del Castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda y a principios del año siguiente, probablemente en febrero, a la Prisión del Partido de Jerez de la Frontera. Fue en esta ciudad donde se repitió el juicio el día 8 de marzo de 1940. La vista de su causa volvió a coincidir con la de varios alcalareños más: Bartolomé Racero Romero y José Romero Gavilán, cuyos juicios también se repetían, José Almagro López, José Barriga Sánchez, Manuel González Márquez, Juan Jiménez Soriano, Manuel Jiménez Soriano y José Vega Rosado. En esta ocasión el defensor se designó el mismo día de la vista y el tribunal estuvo presidido por el coronel José Borbón de la Torre: Juan fue condenado a 12 años y 1 día de reclusión menor.
Continuaba preso en Jerez cuando el 16 de julio le notificaron la sentencia firme. Si hubiese tenido que cumplir íntegramente la pena que impuso el Consejo de Guerra, habría permanecido en la cárcel hasta el año 1951, pero los procedimientos revisión y reducción de penas y los decretos de libertad condicional, con los que se pretendía acabar con la saturación carcelaria, le permitieron salir de la Prisión del Partido de Jerez el 28 de enero de 1942. Desconozco el expediente carcelario, pero pudo recibir la libertad condicional con la restricción del destierro, pues no regresó a Alcalá del Valle, sino que se estableció en Estepona y continuaba residiendo en esta localidad malagueña cuando en marzo de 1945 se le notificó la libertad definitiva. Ya no regresaría a Alcalá. Cuando pudo se mudó a Algeciras, porque sus hijos habían sido llevados allí a un hospicio, y se ganó la vida trabajando de jardinero.
Todos (...) los nombres
Fernando Romero Romero
Todos (...) los nombres