Fernando Romero Romero
Grupo de trabajo Recuperando la Memoria
de la Historia Social de Andalucía (CGT-A)
Juan López Ramírez, el Chaviro, estaba
haciendo guardia en la posición de La Planta, en el sector de Villa del Río
(Córdoba), cuando decidió quitarse el uniforme y cruzar a nado el Guadalquivir.
Los centinelas de la otra orilla empezaron a dispararle y hasta lanzaron una
bomba al notar que alguien se acercaba por el río, pero cambiaron los tiros por
exclamaciones de «¡Ole!» y «¡Viva nuestro compañero!» cuando lo oyeron gritar «¡Viva la República!» La mañana siguiente, cuando sus
excompañeros de armas, los falangistas de la 1ª Bandera de FET-JONS de Cádiz,
bajaron al río para aprovisionarse de agua, el desertor habló a voces con ellos
desde los parapetos de la orilla republicana. Les dijo que «había estado esperando la oportunidad de pasarse a las filas rojas para no
estar con tanto canalla y criminales como había en el ejército de Franco». En la bandera había varios falangistas de su pueblo, entre ellos el
sargento José Chacón Fernández, al que amenazó diciéndole que «si al triunfo marxista lo encontraba le iba a cortar la cabeza». También les dijo que si alguien quería papel de fumar que se pasase a
donde él estaba y que él se iba a Valencia con dinero en los bolsillos. Cuando
uno de los falangistas le preguntó si quería algo para su madre, Juan le
respondió: «Cuando nosotros vayamos a tomar Bornos entonces la veré». Tardó dos años en ver a su madre y regresó al pueblo con los que
perdieron la guerra.
Juan, que entonces tenía dieciocho años, era uno de tantos jóvenes que, sin
comulgar con la ideología de los rebeldes, no tuvieron más remedio que
incorporarse a la Falange o al ejército de Franco. Su padre, José López
Hidalgo, fue el fundador del sindicato socialista Luchar es Vida en 1930 y
también fue uno de los campesinos asentados en la finca La Laguna, que fue
intervenida por el Instituto de Reforma Agraria en la primavera de 1936. Él
solía acompañar a su padre cuando iba a las manifestaciones y lo vieron
arrancar uno de los bandos que la Guardia Civil de Bornos colocó en sitios
públicos de pueblo declarando el estado de guerra. Al padre lo fusilaron los
fascistas y él se incorporó a la Falange, pero tenía miedo de que terminasen
matándolo también. Por eso desertó. Un buen ejemplo de lo que se ha denominado
lealtad geográfica. Su paso por Falange fue breve: se afilió el 18 de abril de
1937, lo enviaron al frente el 1 de mayo, durante ese mes sufrió un arresto por
negligencia en el servicio, otro por desobediencia y desertó el 3 de junio.
Tras pasar al ejército republicano, Juan permaneció tres meses en una compañía
del depósito de evadidos de Valencia, hasta que lo encuadraron en la 146ª
Brigada Mixta, con la que estuvo en los frentes de Aragón y Cataluña. Como
sabía leer y escribir, lo destinaron al servicio de transmisiones. Durante la
guerra estuvo hospitalizado en dos ocasiones. La primera, tras haber sido
herido en la batalla del Ebro, en hospitales de Barcelona y Vich, y la segunda,
cuando cayó enfermo en 1939, en el de Horta (Barcelona). Estaba convaleciente
cuando el ejército rebelde ocupó la capital catalana. Lo trasladaron al campo
de concentración de Barbastro (Huesca) y allí le dieron pasaporte para que se
reincorporase a la 1ª Bandera de FET-JONS de Cádiz, pero pasó por Bornos antes
de regresar a la unidad.
Se reincorporó a la 1ª Bandera en Espiel (Córdoba) y fue arrestado en cuanto se
presentó. Estando detenido en Cádiz, se dedicó a fanfarronear, contando a otros
falangistas que había sido teniente coronel del ejército republicano y que
estuvo al mando de la 15ª Brigada en los frentes de Brunete, Teruel y en la
batalla del Ebro. Después lo mandaron con la 1ª Bandera a Río Verde (Marbella,
Málaga) y, tras ser declarado procesado y tomársele la declaración indagatoria
en ésta última localidad, lo trasladaron a la prisión militar del Castillo de
Santa Catalina de Cádiz, en la que ingresó el 23 de septiembre de 1939. El juez
militar que instruyó su sumario intentó aclarar los motivos por los que Juan
desertó. Todos coincidían en que lo había hecho por temor a que lo matasen como
a su padre, pero Juan puso nombre a apellidos a las causas de su miedo. Decía
que los falangistas que mataron a su padre también estaban en la bandera y que
dos de ellos, Servando Barcia Herraiz y Manuel Casas Gordillo, el Nieto de Rafael la Zapatera,
quisieron obligarlo a hacer guardia con el primero. Y como él se negó, le
dieron una paliza y Barcia lo amenazó con una pistola diciendo «que lo mismo que había matado a su padre lo iba a matar a él». Este altercado fue –según la versión de Juan– lo que provocó que
decidiese desertar y al día siguiente se pasase al enemigo. Servando Barcia
había fallecido, pero por error se le tomó declaración a su hermano José, que
también era falangista de la misma unidad, y éste declaró que no podría haber
obligado a Juan a hacer guardia con él puesto que no pertenecía a su misma
escuadra. El Consejo de Guerra no tuvo en cuenta las razones que adujo Juan
para excusar su deserción y sí sus antecedentes políticos. Fue condenado a doce
años y un día de cárcel por delito de deserción y cumplió la pena en la Prisión
Provincial de Cádiz, en el Penal del Puerto de Santa María y en la Colonia
Penitenciaria Militarizada de Talavera de la Reina, de donde salió el 29 de
enero de 1943 en libertad condicional con destierro.