Fernando Romero Romero
Juan
Cubiles Castro se crió en el seno de una familia de clase media en el municipio
gaditano de Torre Alháquime. Sus padres, Enrique Cubiles Blanco y María Josefa
Castro, habían emigrado a Argentina a finales del XIX y fue allí, en Córdoba,
donde nació Juan en 1900, pero poco después regresaron a su tierra de origen y
se convirtieron en una acomodada familia de labradores con domicilio en la
calle Cruz, la calle de los «señoritos». Cuando Juan era niño, sus tíos eran el
barbero, el médico y el secretario del Ayuntamiento de Torre Alháquime. En la
década de los treinta tenía un café en la Vereda Ancha y se dedicaba a la venta
ambulante por los cortijos. Y también vivían en el pueblo cuatro hermanos
suyos: José, que regentaba un bar en la calle Cruz, Ricardo, agricultor, y sus
hermanas Isabel y Ana, que estaban casadas con dos labradores.
Fue
en pleno Bienio negro cuando Juan Cubiles comenzó a intervenir activamente en
la política local. La corporación municipal socialista había sido cesada por el
gobernador civil en octubre de 1934 y el Ayuntamiento estaba en manos de una
comisión gestora formada por labradores vinculados al Partido Radical y a
Acción Popular Agraria. Pero fue precisamente entonces, en agosto de 1935,
cuando las izquierdas estaban excluidas de las instituciones, cuando Juan fundó
la agrupación local de Izquierda Republicana, de la que fue elegido presidente.
No era un partido obrerista como el sindicato UGT y la Juventud Socialista, las
únicas organizaciones de izquierdas que hasta entonces había en Torre
Alháquime, sino un partido de la burguesía y clases medias progresistas.
Tenemos pocos datos de su implantación en el pueblo, pero parece tratarse de
una agrupación minoritaria cuyos afiliados no eran jornaleros agrícolas como
los del centro socialista, sino pequeños agricultores y modestos industriales.
Eso es lo que nos indica la relación parcial que conocemos de los miembros del
consejo local que se eligió en la asamblea de 1 de febrero de 1936. Juan
Cubiles, el presidente, era quien hacía y deshacía en el consejo. La sede del
partido era su propio domicilio y su hermano menor, Ricardo, era el tesorero de
la organización. El secretario era el hortelano Casimiro Mejías Fernández.
Miembro del partido, y pronto lo sería también del consejo local, era el
agricultor Antonio Vargas Rodríguez, que fue candidato republicano en las
elecciones municipales de 1933, delegado de la Alianza de Labradores para la
negociación de las bases comarcales para el verano de 1933 y desde septiembre
de ese año representaba a la patronal en la Comisión de Policía Rural.
Los
intereses económicos de Juan Cubiles y de los agricultores que formaban parte del
consejo local de IR tenían poco que ver con las aspiraciones de los jornaleros
que militaban en la UGT y en la Juventud Socialista, pero las tres
organizaciones se integraron en la gran alianza electoral que fue el Frente
Popular. El comité del Frente Popular de Torre Alháquime no se constituyó
formalmente hasta después de las elecciones, pero los republicanos de Cubiles y
los socialistas trabajaron codo con codo en la campaña. Los actos de propaganda
de la coalición se celebraron en el café que tenía Cubiles en la Vereda Ancha,
entre ellos un mitin organizado el 12 de enero por la Juventud Socialista en el
que intervinieron oradores de Olvera y Setenil de las Bodegas y, dos días
después, otro de IR en el que también participaron militantes de Olvera. Se
dice que en el mismo local también se celebró –aunque se desconoce la fecha–
otro acto en el que intervinieron José Domínguez, el líder de los socialistas
setenileños, y los candidatos a diputados Juan Campos Villagrán (socialista) y
Ángel Pestaña (sindicalista).
Juan
solo había vivido en Argentina los primeros años de su infancia, pero en 1936
aún mantenía la nacionalidad de aquel país. Quizás la conservó para de ese modo
eludir el servicio militar, pero también le supuso carecer del derecho al
sufragio. Ni él ni su hermano José, que también había nacido en Argentina,
estaban incluidos en la rectificación del censo electoral que se hizo en 1934.
Juan no pudo participar en el proceso electoral del 16 febrero de 1936 ni como
votante ni como apoderado o interventor, pero eso no obstó para que desplegase
una viva actividad propagandística durante toda la campaña ni para que el mismo
día de las elecciones pasase toda la tarde de un lado a otro, aconsejando a los
obreros que votasen al Frente Popular.
Las
elecciones dieron un triunfo arrollador al Frente Popular, tanto en los
resultados generales como en los locales. En Torre Alháquime acudieron a votar
473 electores y el escrutinio dio 190 votos (40,2 %) a la Candidatura
Antirrevolucionaria y 283 (59,8 %) al Frente Popular. Casi dos tercios de los
votantes habían optado por la candidatura que representaba a los jornaleros
socialistas y a IR, pero esos resultados también evidenciaban que la derecha
del pueblo, pese a ser minoritaria, mantenía un importante apoyo.
El
Gobierno en funciones dimitió en cuanto se conocieron los resultados
electorales y el retorno de la izquierda política a las instituciones del
Estado permitió el restablecimiento de las corporaciones municipales de
izquierdas que habían sido cesadas en 1934. El 21 de febrero se celebró en el
ayuntamiento torreño una sesión extraordinaria en la que el alcalde radical, Juan
Villalva Mejías, devolvió los cargos del gobierno municipal a Pedro Pérez
Álvarez y los demás concejales socialistas que fueron suspendidos por orden
gubernativa en octubre de 1934.
Republicanos contra socialistas
No
tardaron en surgir los conflictos entre las dos corrientes ideológicas que confluían
en el Frente Popular de Torre Alháquime. El comité local se constituyó el 23 de
marzo y estaba formado por dos representantes de Izquierda Republicana (Juan
Cubiles y Casimiro Mejías), dos de UGT (Cristóbal Guerra Carreño y Sebastián
Ortiz Márquez) y dos de la Juventud Socialista (José Morales Usagre y Fernando
Barriga Galán). Juan fue designado presidente y no tardó en chocar con los
socialistas. Casimiro Mejías, que entonces era secretario de Izquierda
Republicana y vocal del comité frentepopulista, decía que «ni los socialistas
podían ver a los de Izquierda Republicana ni éstos a los socialistas, pues todo
el mundo sabe que lo que querían unos y otros era mandar». Decía que Cubiles
«no deseaba otra cosa en su vida que mandar, quería imponerse a los elementos
socialistas y que éstos estaban a matar con el Cubiles».
Es
posible que el origen del conflicto radicase en el monopolio que tenían los
socialistas sobre la administración local. En otros municipios de la provincia
las corporaciones procedentes de las elecciones de 1931 dimitieron para ceder
el gobierno municipal a comisiones gestoras en las que estaban representadas
todas las organizaciones del Frente Popular. Quizás Cubiles esperaba entrar en
el Ayuntamiento en calidad de gestor y los socialistas se opusieron a
reorganizar la corporación, o pudo ocurrir simplemente que estos no permitieron
que interfiriese en la gestión municipal. Sean cuales fuesen los motivos, lo
cierto es que terminaron enfrentados públicamente. En una ocasión Cubiles salió
a la calle diciendo «que los socialistas eran unos enchufistas y que no tenían
dignidad» y a principios de julio tuvo un altercado con el empleado municipal
Juan García Navarro, que era de derechas y ni siquiera los socialistas le
tenían simpatía, pero el alcalde Pedro Pérez mandó encerrar a Cubiles en la
cárcel municipal. La misma noche de la detención, su mujer, Margarita Márquez,
y su cuñada salieron a la calle gritando e insultando –según el parte del
guardia municipal– a «cuantos individuos y esposas de estos pertenecen al
partido socialista de esta villa».
Casimiro
Mejías dimitió como secretario del consejo local de IR y fue sustituido por
Antonio Vargas Rodríguez. Él aseguraba que renunció al cargo motivado por el
enfrentamiento que Cubiles mantenía con los socialistas, pero lo que se decía
en el pueblo es que se había metido en política porque ambicionaba el puesto de
juez municipal y que se retiró en cuanto vio que no tenía posibilidades de
ocuparlo. Juan Cubiles, por su parte, se arrimó a la extrema derecha cuando
empezaron sus encontronazos con los socialistas. En Torre Alháquime había un
pequeño núcleo de falangistas –solo cinco– que optaron por ingresar en la
Falange de Olvera en lugar constituir una organización propia. Y Juan, que
mantenía relaciones comerciales con Rafael Corrales Saborido, el exalcalde
radical de Olvera que se había decantado por el fascismo, se ofreció para
montar la Falange en el pueblo. Según Corrales, Cubiles lo planteó durante una
reunión de negocios que tuvieron en el mes de abril o mayo, pero ni se aceptó
su propuesta de organizar el partido en Torre Alháquime ni tampoco ingresó en
la organización de Olvera. Las razones por las que no lo hizo no las conozco,
pero no sería descabellado pensar que Alejo Blanco, Juan Mejías y los otros del
pueblo que ya estaban en la falange olvereña se negasen a admitirlo con ellos.
Por otra parte, tampoco está claro si Cubiles renunció –como él sostendría
algunos años después– a la presidencia de IR o si jugó a dos barajas y continuó
al frente del partido de Azaña mientras buscaba un hueco en la embrionaria
organización fascista.
Golpe y represión
Los
sublevados el 18 de julio contra el Gobierno de la República se hicieron con el
control de Torre Alháquime en cuestión de días. La Guardia Civil evacuó el
pueblo para concentrarse en Olvera mientras el Ayuntamiento y el centro
socialista intentaban organizar la defensa del casco urbano y el abastecimiento
de la población. Los militantes del sindicato hicieron servicios de vigilancia
con las pocas armas de fuego que había en el pueblo y algunos de ellos se
unieron a la columna de milicianos y carabineros que llegó de Ronda el 27 de
julio para practicar una incursión en la vecina Olvera. El papel que jugó
Cubiles aquellos días no está claro. Un informe de la Guardia Civil indica que
fue el presidente del comité de abastos y un vecino llegó a asegurar que lo vio
guiar a los milicianos rondeños para volar las alcantarillas de la carretera de
Cuevas, pero nada de eso se sabe a ciencia cierta. La mañana del 28 cundió el
pánico cuando la proximidad de fuerzas rebeldes hizo que la columna republicana
regresase a Ronda y un avión sobrevoló Torre Alháquime. Casi toda la población
abandonó el casco urbano y se refugió en las huertas y casas de campo. Juan, Margarita
y sus seis hijos se fueron a la huerta de José Bocanegra y en el rancho Los Zapateros se presentó, entre otras,
la familia de Casimiro Mejías.
A la
República no le quedaban en Torre Alháquime más que tres días de vida tras la
retirada de la columna rondeña. El pueblo quedó guarnecido solo por la
improvisada milicia que organizaron el Ayuntamiento y el centro socialista y
era un objetivo fácil para las fuerzas sublevadas que se concentraron en
Olvera, a donde también empezaron a acudir algunos de los derechistas torreños que
estaban refugiados en las huertas. La ocupación se produjo el viernes 31 de
julio. Desde Olvera llegó una pequeña columna de guardias civiles y falangistas
mandada por el alférez Francisco Gavira Parra, que se adueñó del pueblo sin
apenas resistencia. Entre los civiles que formaban parte de la fuerza rebelde se
encontraban Antonio García Partida, que actuaba como jefe de los falangistas
torreños, y Antonio Vargas Rodríguez, el secretario del consejo local de IR,
que había tomado partido por los sublevados.
Varios centenares de hombres y mujeres, militantes
del sindicato socialista y de Izquierda Republicana, familias enteras,
abandonaron el pueblo minutos antes de que fuese ocupado. Ese mismo día los
rebeldes mataron a tiros a José Barriga Lerma, padre de dos socialistas huidos
que se refugiaron en cortijos del término de Setenil de las Bodegas. Luego
siguieron cuarenta días de tiroteos intermitentes entre los guardias civiles y
derechistas que guarnecían el pueblo y las partidas de milicianos que
controlaban Setenil, Alcalá del Valle y Ronda. La conquista de Ronda a mediados
de septiembre por las columnas sublevadas que mandaba el general Varela los
obligó a retirarse hacia la provincia de Málaga. Los servicios de parapeto para
proteger el casco urbano dieron entonces paso a las batidas por el campo en las
que guardias y falangistas cazaron a los rojos que quedaban diseminados
por los alrededores.
La gran limpieza empezó a mediados de
septiembre. En vísperas de la conquista de Ronda fueron asesinados los
socialistas Antonio Orozco Galván y Fernando Albarrán Contrera, los únicos
miembros de corporación municipal que no huyeron a la provincia de Málaga. Uno
tras otro fueron cayendo los que representaron a los jornaleros
socialistas en las instituciones, los que participaron en los conflictos
sociales y políticos que vivió el pueblo desde 1931 y quienes durante los días rojos –entre el 18 y 31 de julio–
intervinieron en el desarme de la derecha, hicieron guardias en las entradas
del pueblo, participaron en el saqueo del mobiliario y archivo del cuartel de la Guardia Civil o quemaron las
imágenes de santos en medio de la plaza de la República. Los represores
fascistas hicieron bien su trabajo y dejaron constancia de ello en los informes
de la Causa General. Uno de los que describen brevemente los sucesos ocurridos
entre los meses de julio y septiembre de 1936 comienza aseverando: «Los
dirigentes más destacados que actuaron en los hechos que se hace mención a
continuación, a todos se les aplicó el bando de guerra». Torre Alháquime, uno
de los pueblos más pequeños de la provincia tanto en población como en
extensión territorial, era a finales de 1936 un auténtico sembrado de
cadáveres: según un informe del propio Ayuntamiento, había veinte vecinos del
pueblo y cinco o seis forasteros repartidos entre la fosa común del cementerio
y las que se improvisaron en La Chopalea,
El Rodeo, El Pareoro, Huerto Morales,
Huerta la Alcoba, La Rabia y Los Callejones.
¿Y
qué fue de Juan Cubiles? Encontró quien lo avalase. Los golpistas no fusilaban a
todos los que estuvieron afiliados al sindicato o volvían del «campo rojo». Eso habría significado matar a más de medio pueblo.
Algunos solo eran detenidos preventivamente hasta que alguien los avalaba. El
guardia Francisco Fernández decía que en aquellas fechas se practicaron
«innumerables detenciones» y que muchos de los presos luego «se libertaban por
fuerza de Falange por informes favorables que le daban los vecinos de pueblo».
Uno de los liberados fue Cubiles, a quien detuvieron a mediados de agosto por
orden del comandante militar. Debieron de avalarlo su cuñado José Villalva
Zamudio o Antonio Vargas, el exsecretario del partido azañista, que formaban
parte de la Comisión Gestora rebelde. Lo soltaron a las pocas horas de detenerlo
y ese mismo día se marchó del pueblo. Dejó allí a Margarita y a los niños y se fue
sin dejar rastro.
En el ejército rebelde
Juan
tenía claro es que no le convenía quedarse en Torre Alháquime. Tenía que
quitarse de en medio. Podía intentar cruzar a la zona republicana o permanecer
en la sublevada y optó por lo segundo. Se marchó a Sevilla y el 1 de octubre de
1936 se presentó voluntario en la sección de Automovilismo del ejército
rebelde. En Sevilla estuvo destinado en la sección de control de camiones, fue
asimilado a la categoría de sargento, prestó servicios en convoyes enviados a
distintos frentes del sur, especialmente los de Peñarroya (Córdoba) y La Serena
(Badajoz), y durante ocho meses estuvo al mando de una sección de camiones en
Monterrubio y Castuera (Badajoz). Según certificación del comandante de su compañía,
desempeñó todos los destinos y misiones que se le encomendaron «con la mejor
moralidad, honradez y subordinación y por tanto a entera satisfacción de sus
jefes».
La represión contra el
comité del Frente Popular
Todos
los miembros del comité del Frente Popular de Torre Alháquime fueron víctimas
de la represión franquista. Excepto Juan Cubiles, todos los demás huyeron a la
zona republicana. Casimiro Mejías salvó la vida por los pelos. El 18 de
septiembre de 1936 una patrulla fascista que batía los términos de Alcalá del
Valle y Setenil detuvo a diez o doce huidos y los llevaron a la cárcel
municipal de Torre Alháquime, pero se fugaron por la noche mientras eran conducidos
a otro lugar. Se cuenta que los llevaban en cuerda de presos por la Vereda Ancha para fusilarlos, pero al
llegar a la esquina con la calle Cruz, Juan Guerra Romero, a quien todos
recuerdan como un hombre fornido y corpulento, tiró de la cuerda hacia el
barranco y arrastró tras él a todos los detenidos, que cayeron por el terraplén
hasta el arroyo Romaila. Francisco Guerra Valiente perdió la vida en el
intento, pero los demás consiguieron escapar, entre ellos Casimiro, que quedó
herido en la caída por el barranco. Años después él mismo contó que uno de los
fascistas logró alcanzarlo y le disparó varias veces, pero la oscuridad y los
nervios le impidieron atinar y él se hizo el muerto hasta que lo dejaron solo y
pudo escapar a la zona republicana. Estuvo refugiado en las provincias de Málaga,
Murcia y Jaén, donde se dedicó a trabajos de huerta. Cuando regresó en 1939
pasó por la cárcel de Torre Alháquime, el castillo de Santiago de Sanlúcar de
Barrameda y la prisión del partido de Jerez, donde fue juzgado y absuelto el 8
de marzo de 1940.
Los
demás corrieron peor suerte. Fernando Barriga Galán era vocal de la junta
directiva de la Juventud Socialista y del comité del Frente Popular. Fue
miliciano, regresó a Torre Alháquime tras la caída de Málaga en febrero de 1937
y fue juzgado por un tribunal militar franquista que lo condenó s muerte. Lo
fusilaron en El Puerto de Santa María el 2 de julio de 1937, el mismo día que al
alcalde socialista, Pedro Pérez Álvarez, y a otros siete torreños que también regresaron
de la zona republicana.
José
Morales Usagre, el presidente de la Juventud Socialista y tesorero del comité
del Frente Popular, fue capturado en Ronda la Vieja en febrero de 1937 y lo llevaron
a la cárcel de Montecorto, pero logró fugarse y pasar por segunda vez a la zona
republicana. Sirvió como carabinero en el ejército de la República y al
terminar la guerra estuvo cerca de seis meses en el campo de concentración de
Albatera, desde donde pasó a las cárceles de Cádiz, Torre Alháquime y Jerez. Lo
condenaron a 20 años de reclusión por rebelión militar y cumplió parte de la
condena en la colonia penitenciaria militarizada de Dos Hermanas (Canal de los
Presos).
Cristóbal
Guerra Carreño, presidente de la UGT y vocal del comité del Frente Popular, también
fue carabinero. Fue condenado a muerte en un consejo de guerra celebrado en
Algodonales el 7 de agosto de 1939 y lo fusilaron el 6 de diciembre en Cádiz,
en los fosos de Puerta Tierra.
Sebastián
Ortiz Márquez, secretario de la UGT y del comité del Frente Popular, pasó toda
la guerra dedicándose a labores agrícolas. Estuvo en las cárceles de Jódar,
Úbeda, Torre Alháquime, Jerez de la Frontera y Cádiz. El consejo de guerra lo
condenó a catorce años de prisión, dos más de los que había solicitado el
fiscal.
El consejo de guerra de Juan
Cubiles
Juan
Cubiles fue, como dijimos, el único miembro del comité del Frente Popular que
no huyó a la zona republicana. Pasó toda la guerra en el ejército rebelde y solicitó
la baja voluntaria el 30 de junio de 1939, terminada ya la campaña. Regresar al
pueblo no entraba en sus planes cuando se quitó el uniforme. No tenía intención
de dejarse ver allí. Fueron Margarita y los niños quienes abandonaron Torre
Alháquime para reunirse con él y a principios de 1940 todos vivían en Camas, en
la provincia de Sevilla. Sin embargo, Juan no iba a escapar al largo brazo de
la justicia militar franquista. Su nombre se citó como miembro del «comité
rojo» y dirigente de izquierdas en declaraciones que obraban en los sumarios de
otros vecinos de Torre Alháquime que estaban presos cumpliendo condena o a
disposición de la Auditoría de Guerra y los Servicios de Justicia de Cádiz
ordenaron instruir el procedimiento correspondiente. Sabemos que en abril de
1940 estaba detenido en la prisión provincial de Sevilla, que a principios de
mayo estaba en el depósito municipal de Torre Alháquime y que luego fue
trasladado a las prisiones de Olvera (11-5-1940), Jerez (13-7-1940) y de nuevo
a Sevilla (8-1-1941).
En
su sumario declararon algunos de los hombres más representativos de la derecha
política de Torre Alháquime durante la última etapa republicana y primeros
meses del golpe: los alcaldes radicales Juan Manuel Zamudio Villalva y Juan
Villalva Mejías, el alcalde de 1936, Juan Mejías Villalva, el gestor municipal
Francisco Fernández Castro, el jefe de Acción Popular Agraria, Cristóbal Mejías
Fernández, el falangista Antonio García Partida e incluso Rafael Corrales
Saborido, el alcalde golpista de Olvera. El juez instructor trataba de dilucidar
cuáles fueron la actuación política de Cubiles y su actitud ante la sublevación
del 18 de julio, pero las manifestaciones de unos y otros testigos dibujaban
perfiles tan contradictorios que llegó a la conclusión de que Juan Villalva y
el empleado municipal José Blanco Blanco se habían presentado voluntariamente a
declarar con el único propósito de favorecer al inculpado. Juan Casimiro
Villalva llegó a declarar que ignoraba que Cubiles hubiese «pertenecido a
ningún partido político, ni antes ni después del Glorioso Movimiento Nacional,
y que como no perteneció a partido alguno tampoco fue dirigente» y que «tampoco
ha oído decir que perteneciera al Frente Popular».
Que
Cubiles había sido presidente de IR y del comité del Frente Popular estaba
sobradamente demostrado por la documentación que obraba en el sumario. El
fiscal también estaba convencido de que Cubiles fue miembro del comité durante
los días previos a la ocupación de Torre Alháquime y de que el 27 de julio guió
a los milicianos rondeños que volaron las alcantarillas de la carretera, pero
en enero de 1941 se le concedió la libertad condicional, pues se preveía que le
iba a ser impuesta una pena que ya estaba comprendida por los decretos de
indultos y excarcelaciones, y el día 23 salió de la prisión provincial de
Sevilla. Fue juzgado en esta ciudad el 15 de abril y el consejo de guerra lo
condenó a tres años de reclusión por auxilio a la rebelión militar. La
sentencia firme se le comunicó el 18 de junio y ese mismo día pudo regresar a
su domicilio en régimen de prisión atenuada.
La
trayectoria de Juan Cubiles está llena de sombras. Es un personaje ambiguo y controvertido.
Es posible que en vísperas de la sublevación del 18 de julio estuviese más
cerca de la derecha golpista que de la legalidad republicana y durante toda la
guerra sirvió voluntario en el ejército rebelde, pero el simple hecho de haber
ocupado cargos de responsabilidad en una organización del Frente Popular le
costó nueve meses de presidio y una condena a tres años por el infundado delito
de auxilio a la rebelión.
Fuente: F.
Romero Romero: Socialistas de Torre
Alháquime. De la ilusión republicana a la tragedia de la Guerra Civil.
1931-1946. Ayuntamiento de Torre Alháquime – Editorial Tréveris, 2009.