El historiador José Luis Gutiérrez Molina acaba de publicar una reseña de los libros Ya no somos esclavos de la gleba y Días de barbarie en el nº 35 (Otoño 2014) de la revista electrónica Historia Actual Online, una publicación cuatrimestral multilingüe, sometida a revisión anónima por pares y editada por la Asociación de Historia Actual. Sus objetivos son el fomento del debate historiográfico referido al Tiempo Presente y la difusión de la investigación en todos los ámbitos de la Historia Reciente, Inmediata o Actual. Publica artículos, revisiones, entrevistas, fuentes, reseñas de libros y comentarios de material audiovisual.
Romero, Fernando, Ya no somos esclavos de la gleba.
Republicanos, socialistas y anarquistas en Bornos (1899-1936). Sevilla,
Atrapasueños, 2014, 267 pp.
Romero, Fernando, Días de barbarie. Guerra Civil y represión
en Bornos. Granada, Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia, 2013, 240
pp.
Por José Luis Gutiérrez Molina
(Universidad de Cádiz)
La eclosión del llamado movimiento de memoria histórica ha
logrado, entre otras muchas cosas, un importante desarrollo de los estudios
locales. Está fuera de cualquier duda que, para el conocimiento exacto del
holocausto español, utilizando la expresión de Paul Preston, son necesarios
este tipo de estudios. Tres lustros más tarde del nacimiento de las iniciativas
civiles sobre las consecuencias de las políticas terroristas de los golpistas
de 1936, uno de los campos en que más ha avanzado es este de las
investigaciones. Algunos lamentamos que no haya sido así en otros, como las
políticas públicas de memoria, la localización y exhumación de fosas y, en
especial, un auténtico compromiso con el tema, por parte de las
administraciones, locales, regionales y nacional. Pero menos da una piedra.
Un desarrollo historiográfico que comenzó como iniciativa
civil y que protagonizó un conjunto de historiadores, en su mayoría, alejados
de los mundos académicos universitarios: independientes, profesores de
Primaria, Secundaria y Bachillerato e, incluso, profesionales de otros sectores
reciclados en hacedores de historia. El apoyo económico de la administración,
que financió investigaciones y facilitó muchas ediciones, fue decisivo. Otra
cosa es que a día de hoy, esas mismas administraciones sean capaces de saber
exactamente qué ayudaron a publicar y los libros estén disponibles para el
ciudadano. Más adelante, poco a poco, comenzaron a unirse trabajos de origen
universitario. El resultado ha sido que contamos con una amplia bibliografía,
desigual –no precisamente por su origen- que comprende casi todo el territorio
español. En Andalucía, una de las regiones donde mayor fue la política
exterminadora golpista, el avance ha sido substancial.
Entre los trabajos recientemente aparecidos están estos dos
de Fernando Romero sobre la población gaditana de Bornos. Un autor al que le
debemos un buen número de estudios sobre la serranía gaditana. De Villamartín a
El Gastor, de Prado del Rey a Alcalá del Valle y Torre Alháquime. Gracias a
ellos conocemos al detalle cómo se produjo en esas localidades el golpe, la
resistencia y las diferentes fases de la represión. Unas obras que, cada vez
más, se salen del fenómeno, estrictamente considerado en su cronología, para
situarlo dentro de una fase histórica “más larga”. Algo que debemos agradecerlo
porque, de igual modo, nos permite tener una visión más amplia. Es lo que
sucede con estas dos investigaciones. Las dos ofrecen al lector y al estudioso
de la historia social y económica contemporánea una visión de conjunto de la
situación política, social y económica que desembocó en el verano de 1936 en un
golpe de Estado. Donde no triunfó, provocó una revolución de profundidad
insospechada que significó el fin, aunque fuera provisional, del mundo que tan
bien describió Luis Bello para Bornos y que Romero utiliza para abrir Ya no
somos siervos de la gleba:
“¿Qué hay en Bornos? Un señor. Cinco arrendatarios. Mil
quinientos jornaleros con sus familias, hasta siete mil almas. Pero éste es el
esquema de un estado social, aceptado ya por ellos como si fuera ley eterna
dentro de su filosofía fatalista. El mundo está hecho de modo que perduren las
tres jerarquías, y siendo así el mundo, Bornos es un lugar delicioso para
vivir, aunque a uno le haya tocado la mala suerte de nacer jornalero”.
En este trabajo Romero dibuja los acontecimientos, ideas,
organizaciones y personas que, desde finales del siglo XIX, revolucionaban la
sociedad bornicha. Para sintetizar el contenido del libro nada mejor que
utilizar las palabras que, en un congreso obrero celebrado en 1914, pronunció
un trabajador de la localidad: “Los agricultores españoles hemos patentizado
ante los obreros de la ciudad de que ya no somos los esclavos de la gleba; que
habiendo tomado como brújula el sindicalismo revolucionario, formaremos un
conglomerado de fuerzas humanas que reciban los embates de la burguesía”.
A lo largo de casi 300 páginas Romero relata el camino de
los habitantes de Bornos desde el cuadro socio-económico descrito en el primer
capítulo hasta el verano de 1936 cuando, más que nunca, pensaban que realmente
podían dejar de ser esclavos de la gleba. Un recorrido muy parecido a los de
otras localidades y comarcas andaluzas: desde la aparición del primer
societarismo obrero ligado al republicanismo hasta el moderno sindicalismo de
los años treinta, pasando por la quiebra del modelo político turnista y la
llegada al poder municipal de quienes nunca lo habían ocupado, para terminar
con la consolidación de las fuerzas políticas y sociales emergentes en el
primer tercio del siglo XX: anarquistas, anarcosindicalistas, socialistas y
republicanos. Cierra el trabajo el análisis del golpe de Estado de julio de
1936 en la localidad, su triunfo y el comienzo de la represión.
Con este libro Romero nos proporciona una visión de las
causas inmediatas, y de otras menos, que son inexcusables conocer si queremos
tener suficientes elementos para analizar la sublevación de 1936, la represión
y las bases sobre las que se edificó el Nuevo Estado franquista y sobrevivió la
sociedad española en general y bornicha en concreto. Los días de barbarie que
dan título al segundo de los trabajos de Romero, aunque haya sido el primero en
publicarse.
En primer lugar hay que decir que este volumen nos define al
autor en su conjunto: no sólo es historiador sino también una persona
comprometida con el movimiento memorialista. No de otra forma podemos
considerar que el texto incluya, además de la investigación de Romero, el
manuscrito de María Luisa García Sierra en el que se relacionan e interpreten,
a la luz de la experiencia personal, lo ocurrido. De esta forma el historiador
no sólo desarrolla su “trabajo”, en este caso de la mejor forma “profesional”,
sino que además completa la función social, de servicio a la sociedad en la que
vive, que debe tener todo trabajo histórico. ¿Qué mejor forma que dando la
palabra a una de los testigos, a una de las fuentes? Sin olvidar que, como en
el primero de estos trabajos, ha sido un protagonista la que ha dado título al
texto: “eran días de barbarie” recuerda María Luisa.
Con los dos volúmenes tenemos una visión global de la
evolución de la sociedad de Bornos durante medio siglo, hasta los días del
terror de 1936. Pero no sólo eso sino que también nos proporcionan las claves
de por qué, durante el verano de ese año, comenzó una persecución implacable,
con voluntad exterminadora, de todos aquellos que “hicieran sombra” a “los de
siempre”. La de quienes, como escribe Romero, habían osado subvertir el orden
jerárquico fuera durante los años de la Segunda República como los de treinta
años antes cuando alboreaba el siglo XX. Además, la investigación, no olvida la
otra cara de la moneda: los victimarios. Es decir la de los verdugos. Describe
cómo se formaron las primeras instituciones golpistas, se organizaron sus
grupos políticos y cómo el comandante militar era el mando efectivo.
El alcance de la investigación se manifiesta en las tablas,
cuadros e imágenes que acompañan al texto. Un material que terminan de dibujar
el cuadro de cómo el liberalismo español, nunca terminado de concluir su ciclo,
se cerró en falso una vez más en 1936. De forma que se podría decir que el
siglo XIX llega en las tierras ibéricas hasta casi el último cuarto del XX. No
es así por completo pero sí que en algunos aspectos loes y, me atrevería a
decir, que sigue siéndolo. Dos ejemplos: ni su geografía como estado, ni la
propia forma de éste están todavía cerradas y son objeto de discusión. En 1936
la tensión liberalismo decimonónico y las alternativas reformistas y
revolucionarias se zanjó con un golpe de Estado y la práctica de una política
de exterminio del enemigo allí donde triunfó. Las dos investigaciones de
Fernando Romero nos permiten conocer este periodo de forma detallada a escala
local. No es un mal ejemplo. Los edificios se construyen desde los cimientos.
Cuando se intentan hacerlos desde el tejado las consecuencias no suelen ser buenas.
La historia contemporánea española, y en particular la de estos años, suele
estar llenas de estos últimos ejemplos.
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